Por Catherina Lecaros
Las creencias son las reglas por las cuales nos regimos. Son nuestras teorías de la realidad y
conforman nuestros modelos mentales; la forma en la que el mundo parece funcionar,
basadas en nuestra experiencia.
Las creencias no son hechos, aún cuando frecuentemente las confundimos con ellos.
Tenemos creencias sobre otras personas, sobre nosotros mismos y sobre nuestras
relaciones, de lo que es posible y de lo que somos capaces.
Hablamos de nuestras creencias como si se tratara de posesiones y actuamos como si fuera
cierto. Algunas veces tratamos a nuestras relaciones, habilidades, posibilidades como si se
tratara de algo tan fijo e inmutable como la gravedad.

Es importante considerar que nuestras relaciones y posibilidades están influenciadas por
nuestras creencias; por lo que actuamos en relación a lo que creemos, nuestras creencias
pueden actuar como permisos o como obstrucciones sobre lo que podemos hacer. Si uno
cree que no es muy agradable, esto le hará actuar hacia los demás de manera tal que puedan
rechazarlos y así confirmar su creencia, aún cuando no desee que esto sea cierto.
Si cree que es agradable, entonces se acercará a los demás en forma más abierta y los demás serán más susceptibles de confirmar esta creencia. Estas son “presuposiciones”. La palabra presuposición es algo que uno supone antes de
actuar. Por lo tanto, las creencias son principios de conducta.
Lo anterior nos invita a analizar nuestras creencias e identificar las que nos limitan y nos
afectan negativamente para cambiarlas por creencias potenciadoras, las que nos permitirán
tener conductas favorables y satisfactorias.
(fuente: Fundación Quantum “Certificadora internacional en coaching”)