Por Catherina Lecaros Carreño.
Sabemos que en un abrir y cerrar de ojos, nuestra vida puede cambiar por completo. Lo que
pensábamos que era el camino, de repente deja de serlo. Es algo que, en mayor o menor medida, todos hemos experimentado: ese momento en que sientes que el camino se acaba y te encuentras al borde de un acantilado, cayendo sin que nadie te sostenga. Sin embargo, en
ese instante de caída, no nos damos cuenta de que en realidad estamos al inicio de algo nuevo.
El final de un año es un momento propicio para la reflexión. Es el tiempo de mirar hacia atrás, de analizar tanto nuestros aciertos como los errores del año que termina. Al despedir un ciclo, se nos abre la oportunidad de empezar de nuevo: el comienzo de «algo». Es el momento de tomar aire, recargarnos de energía y positivismo, mirar al futuro con una perspectiva fresca y sin los sesgos negativos que nos limitan. Es hora de avanzar hacia nuestras metas, dejando atrás lo que no nos sirve, lo que no funcionó, lo que nos hizo daño
o, simplemente, aquello que nos frenó.


Aunque esto suena sencillo, sabemos que no lo es. La verdadera transformación comienza con un autoanálisis profundo: entender en qué nos equivocamos y qué debemos hacer diferente. Requiere de convicción, perseverancia y, sobre todo, de una voluntad firme. Necesitamos levantarnos con la frente en alto, ponernos de pie y caminar con determinación, convencidos de que, frente a nosotros, se abre una nueva puerta. Al otro lado, nos espera un camino lleno de aprendizajes y oportunidades, que nos brindarán las herramientas necesarias para cumplir nuestros sueños y alcanzar nuestras metas. El cambio está en nuestras manos. Es hora de cruzar esa puerta y abrazar el futuro con
confianza y valentía. Este nuevo año trae consigo un lienzo en blanco, una oportunidad única de reinventarnos. El pasado, aunque importante, ya no tiene poder sobre nuestro presente ni sobre nuestro futuro. Las decisiones que tomemos a partir de ahora serán las que definan el rumbo de
nuestra vida. Es el momento de dejar atrás las dudas, el miedo y las excusas que nos impiden avanzar.
Todo lo que necesitamos para dar ese paso ya está dentro de nosotros: la fuerza, la capacidad y, sobre todo, la voluntad de seguir adelante.
Es posible que el camino no siempre sea fácil, y que surjan obstáculos que pongan a prueba
nuestra paciencia y determinación. Pero, al igual que el agua que va tallando la roca con el paso del tiempo, cada pequeño esfuerzo, cada decisión consciente y cada acción positiva
nos acercarán más a lo que soñamos ser y lograr. El éxito no es un destino, sino un proceso
constante de crecimiento, aprendizaje y superación. Este es el momento para reconectar con nuestros sueños más profundos, para recalcular el
rumbo cuando sea necesario y para tener la valentía de emprender nuevos caminos, incluso cuando el panorama parece incierto. La vida nunca dejará de sorprendernos, y lo que parece un cierre, muchas veces es solo el preludio de un comienzo.
Recordemos que cada día es una nueva oportunidad para ser mejores, para aprender de los
errores del pasado y para abrazar el futuro con optimismo. Las puertas están abiertas, las
oportunidades son infinitas, y el primer paso hacia el cambio comienza con una simple
decisión: la de no rendirse nunca.
