Comunicar no es solo hablar: Clave para equipos saludables y efectivos

Por Catherina Lecaros Carreño.

En un mundo donde la colaboración y el trabajo en equipo son esenciales para alcanzar resultados, la comunicación efectiva es impresindible. Sin embargo, desde mi experiencia
profesional, he observado que muchos de los conflictos organizacionales tienen una raíz
común: problemas de comunicación.
Lo más complejo es que, muchas veces, quienes protagonizan estas situaciones están
convencidos de que se están comunicando bien. Y es que comunicar no es solamente
emitir un mensaje, sino lograr que ese mensaje llegue al otro con el significado y la intención correcta. Cuando eso no ocurre, no solo se pierde el mensaje, sino que puede tener efectos contrarios a los esperados: distanciamiento, malentendidos o desmotivación.
La paradoja de la comunicación
Todos sabemos que necesitamos comunicarnos. Pero, ¿cuánto tiempo dedicamos realmente
a asegurar que lo hacemos de forma efectiva? En el entorno laboral, esta brecha se amplifica. Las presiones del día a día, las diferencias de estilos personales y la falta de espacios para conversar abiertamente dificultan la calidad del diálogo y la colaboración.
Cuando no cuidamos este aspecto, no solo se deterioran las relaciones interpersonales, sino
que se resiente el ambiente laboral y se compromete el cumplimiento de los objetivos
comunes del equipo.

Autoconocimiento y estilos de personalidad: claves para comunicar mejor.
Aquí es donde herramientas como MBTI (Myers-Briggs Type Indicator) y DISC cobran un valor estratégico. Estas metodologías permiten identificar los diferentes estilos de personalidad y comunicación de las personas, facilitando la adaptación del mensaje según el receptor.
Por ejemplo, no todos procesamos la información de la misma forma: algunos prefieren
datos concretos, otros visualizan el todo antes que los detalles; algunos son más directos y
orientados a la acción, mientras que otros buscan armonía y consenso. Comprender estas diferencias evita choques innecesarios y mejora la sincronía comunicacional.
¿Qué dice la neurociencia?
Desde la neurociencia, sabemos que el cerebro interpreta los mensajes a través de filtros
emocionales, atencionales y experienciales. Cuando hay una desconexión entre lo que
decimos y cómo lo decimos, el cerebro del interlocutor puede percibir una amenaza,
activando la amígdala (sistema límbico) y bloqueando el acceso a la corteza prefrontal, que
es clave para el razonamiento, la empatía y la toma de decisiones.



En cambio, cuando nos comunicamos desde la escucha activa, la empatía y la adaptabilidad, generamos un entorno neurobiológicamente seguro, lo que favorece
la oxitocina (hormona de la confianza) y permite una conexión real. Es aquí donde la
comunicación se vuelve no solo más efectiva, sino más humana.
Una invitación al cambio
La invitación es clara: invirtamos tiempo en aprender a comunicarnos mejor.

No basta con tener buenas intenciones; es necesario desarrollar habilidades concretas apoyadas en el autoconocimiento y en el entendimiento del otro. Aprender sobre estilos de personalidad, escuchar con intención, observar cómo reacciona el otro y ajustar el mensaje de forma consciente, son pasos fundamentales para construir equipos más cohesionados, eficientes y saludables.
La comunicación efectiva no se improvisa: se entrena, se cultiva y se transforma en una ventaja competitiva. Porque cuando aprendemos a comunicarnos mejor, todo mejora: las relaciones, el clima, los resultados y, sobre todo, el sentido de pertenencia.


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